martes, 11 de septiembre de 2012

Cristiano está triste… ¿qué tendrá Cristiano?

La tristeza del futbolista
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Cristiano Ronaldo, uno de los mejores jugadores de fútbol del mundo, crac del Real Madrid, premiado y reconocido, rico, guapo y famoso, está triste. Lo ha dicho él mismo: “no me siento querido”. Parece que ha perdido la risa, que ha perdido el humor, ya no celebra los goles y hace pucheritos cuando le enfocan las cámaras.
Él mismo dijo que estaba triste por razones profesionales. Enseguida se pensó en cuestiones económicas –aunque gana diez millones de euros al año, no es el futbolista mejor pagado–, pero el propio jugador lo descartó. Quizá Cristiano no se sienta querido porque no se ve reconocido suficientemente por su afición, por los periodistas o por las instituciones.
Su excompañero en el Manchester United, Wayne Rooney, ha declarado que Cristiano no paraba de mirarse en el espejo. “Repetía la misma rutina todos los partidos antes del calentamiento. Se paraba frente al espejo y se concentraba. Es la persona con más autoestima que conozco”.
Por lo que parece, ni el dinero, ni la fama, ni ser un gran profesional, ni tener una elevada autoestima son garantías de felicidad. Quizá porque la felicidad no es algo que se conquista, sino que nos llega, que nos toca, que anida en nuestra vida, eso sí, si le damos permiso.
Nuestros hijos tienden a identificar a esos grandes hombres y mujeres, que triunfan en el deporte, la moda, la música o el cine, y que en muchos casos son sus modelos de conducta, con la felicidad. Pero no siempre es así. El tópico: el dinero no da la felicidad, habría que aplicarlo a esa vida fácil, triunfante, reconocida, que tampoco es garantía de dicha. El de Ronaldo es un buen ejemplo para explicar a los hijos que la felicidad es inversamente proporcional a lo que se tiene si uno no sabe dar.
Cristiano está pálido en su silla de oro, lo tiene todo pero no es feliz. ¿Por qué? Quizá por lo que apunta su excompañero Rooney, porque se ha creado un ego tan gigantesco que resulta casi imposible de llenar. Si lo material no es capaz de colmar las ansias de felicidad del corazón humano, menos todavía si multiplicamos el deseo y nos empecinamos en satisfacerlo a base de cosas.
Cristiano está triste… Y sólo se disipará su tristeza cuando logre llenar ese minúsculo hueco que le queda por llenar en su ego. Si lo hace con cosas materiales, a base de más dinero, más fama, más reconocimiento, volverá a aparecer ese resquicio por el que se le escapará la felicidad. Es mejor ajustar el continente al contenido que el contenido al continente, que no significa contentarse con poco, sino no dilatar nuestro ego más allá de lo que somos.
¿Cómo conseguirlo? Egorelativizándonos, una palabra nueva pero decisiva para nuestra felicidad. No estamos solos en el mundo (algo que hay que ir enseñando a los niños, que son egoístas por naturaleza), coexistimos con otros egos a los que hay que dejar sitio. Si ampliamos demasiado el nuestro echaremos fuera a los demás y, aunque nos creamos dichosos, la felicidad pasará de largo.
La felicidad no se consigue abriéndonos paso a codazos, sino trabajando codo con codo con los demás. Gracias a Cristiano Ronaldo y a muchos otros personajes del momento, se lo podemos enseñar a nuestros hijos.

Fuente: http://blogs.aceprensa.com/familiaactual/cristiano-esta-triste-que-tendra-cristiano/