El filósofo griego Sócrates se llamaba a sí mismo el "tábano de Atenas" y creía que había recibido una misión divina, a la cual no podía renunciar:
"He sido colocado sobre esta ciudad por orden del dios para teneros alerta y corregiros, sin dejar de estimular a nadie, deambulando todo el día por calles y plazas"
Sócrates, a pesar de los peligros de muerte, consideraba que era su deber obedecer esta misión sin ceder a presiones externas.
"Atenienses, prefiero obedecer antes al dios que a vosotros, y mientras tenga aliento y las fuerzas no me fallen, tened presente que no dejaré de inquietaros con mis interrogatorios y de discutir sobre todo lo que me interese, con cualquiera que me encuentre, a la usanza que ya os tengo acostumbrados"
Sócrates exhortaba a quienes les escuchaban a buscar ante todo la sabiduría y la grandeza de espíritu, por encima de los propios intereses, y él mismo la buscaba con todas sus fuerzas, examinándose a sí mismo y a los demás.
"Debo deciros que el mayor bien para un humano es mantener los ideales de la virtud con sus palabras y tratar de los diversos temas, examinándome a mí mismo y a los demás, pues una vida sin examen propio y ajeno no merece ser vivida por ningún hombre"
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